Tuesday, May 11, 2004

Tribulaciones Newton

Tribulaciones Newton

Un periódico desplegado encima de la barra de un bar titulaba, en tono de obituario, la desaparición del genial Helmut Newton a los 83 años de edad. Este papel no le pertenecía, sólo lo entintaba cuando inauguraba exposición o se sometía a entrevistas indagatorias. Verdaderamente, el suyo era de más gramaje, cuché de las grandes revistas de moda, glamour y erotismo. Sus fotografías, de epicúreas formas, no tenían cabida en los diarios porque estaban lejos de la información cotidiana y muy cerca del ensueño, el deseo y las fantasías voluptuosas de la mente.
Aprendió a desnudar para así arroparse conceptualmente en sus manías freudianas; manías y placeres que iban, con la mayor sinceridad, de un voyerismo estimulante a un fetichismo marcado por la estética germánica de su infancia. Arquetipo ario, mujeres de pelo rubio enfundadas en estrechos corsés y calzadas con altos tacones acharolados, se repitieron de forma inconfundible, ya fuese para ilustrar un catálogo de fina lencería o para anunciar tuberías de grandes almacenes en vallas publicitarias.
Cosmopolita, nómada forzado por su descendencia judía, huyó de la Alemania nazi, para comenzar un periplo por el mundo sin residencia fija: Singapur, Sydney, Londres, Montecarlo y Los Ángeles. Ciudades que le ofrecieron a Newton los paisajes y atrezzos, los decorados y personajes para sus imágenes. De esos seres, de los cinematográficos que más me gustan, hizo suyos a la felliniana Anita Ekberg y a la antoniana Mónica Vitti, a los enamorados David Lynch e Isabella Rossellini, a una pecosa Isabelle Huppert, a la quebradiza Romy Schneider, a Catherine Deneuve todo glamour, a Charlotte Rampling todo seducción o a su compatriota Win Wenders en un Berlín de hospedaje.
De esas tribulaciones creativas, de esa fuente en cierto modo narcisista donde se miraba, lo más portentoso era que su obra, hiciese lo que hiciese, estaba definida en parámetros que iban en zigzag de lo clásico a lo actual, sin que, ni uno ni otro, perdiesen cualidades ni frescura. Lo clásico en Helmut Newton soslayaba con reprimendas a las tendencias contemporáneas y al contrario si éstas sopesaban excesivamente. Notándose sobre todo en ese territorio resbaladizo que es el desnudo fotográfico, jugando siempre con la ambigüedad de las formas pero también, subrepticiamente, con el contenido narrativo. Como ejemplo, la sumisión del hombre, la frontalidad de los cuerpos despojados y la utilización de artículos ortopédicos (fajas, collarines, corsés y escayolas) frente a una lujosa lencería y unos complementos cuanto menos enigmáticos (antifaces, tacones, fustas y cigarros). En este recuento póstumo, no hay que olvidar que su misterioso método se basaba en algo tan elemental como el no repetirse repitiendo.
Tratado de misógino, vilipendiado por feministas y escandaloso para conservadores, el poliédrico Newton, siempre fue honrado consigo mismo y las polvaredas levantadas sólo aumentaron su prestigio, pudiendo publicar su trabajo más íntimo en revistas comerciales, sin que tuviese que separar sus fotografías de autor con las mercantiles, que es a lo que todos queremos llegar. A mi entender, se deshizo de sus miserias humanas indagando en la profusa oscuridad sicológica de los demás.
Buen viaje. Bon vouyage, monsieur Newton.

José Antonio Tejero





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