Tuesday, May 11, 2004

Topónimos imaginarios

Topónimos imaginarios

Existen territorios en los que perderse no es un problema, porque, maravillosos o grotescos, están diseñados para desengañarnos del entramado mundo que ejercemos. Y los hay mortuorios, como la Comala de Juan Rulfo. Polifacéticos, como la Santa María de Juan Carlos Onetti. Sin atributos, como la Kakania de Robert Musil. Enclaustrados, como la calle de la Providencia de Buñuel. Barrocos, como la Argónida de Caballero Bonald. Visionarios, como la Metrópolis de Fritz Lang. Inconformistas, como el Macondo de García Márquez. Ingeniosos, como la Región de Juan Benet. Cuasi perfectos, como el Yoknapatawpha de William Faulkner o abstractos, como el Lumberton de David Lynch. También están las ciudades que se reciclan y se renuevan en la cabeza imaginaria de los creativos una y otra vez. Asimismo, prefiero el París ciclópeo de Cartier-Bresson y el de la Nouvelle Vague de Truffaut en Los cuatrocientos golpes. El New York neurótico de Woody Allen y el aventurero de Salinger en El Guardián entre el centeno. La Viena decimonónica de Arthur Schnitzler en Relato soñado. El Milán cuádruple de Visconti en Rocco y sus hermanos. La Lisboa de Fernando Pessoa a través de sus heterónimos. El Londres de Virginia Wolf en La señora Dalloway. El Dublín de James Joyce, la Venecia de Thomas Mann y las ciudades galdosianas de los Episodios Nacionales; Cádiz, Zaragoza, Gerona, Bailen… prefiero descubrir la Roma desnuda de Fellini y la Alejandría mítica de Durrell. La Barcelona de Juan Marsé y Xavier Miserachs. El México DF de Álvarez Bravo. La Habana de Lezama Lima y Alejo Carpentier. El Moscú de William Klein y la Praga de Josef Koudelka…en estos topónimos imaginarios habitan, sin más pretensión que eso, esquizofrénicos del amor, pusilánimes admirables, lugareños innominados, hombres que son más que nombres y mujeres que recuperan su género. Acólitos libertinos, eternos suicidas, cortesanos empedernidos, infieles, miedosos, armados y desarmados, héroes y antihéroes. Muertos que ejercen sin complejos y vivos prestos a morir acomplejados. Alojándose en sus calles y apartamentos. Habitando en sus alcobas y azoteas. Pululando en sus zaguanes y esquinas, para creerse lo mejor posible el papel encomendado. Empero, en esta sociedad de valeriana sigo prefiriendo la ficción a la realidad.

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